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EXPOSICIÓN

DE MAGNETE

JON GOROSPE
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«En "De Magnete", Jon Gorospe se instala en la tradición simbólica y trascendente del paisaje para actualizarla y, desde ahí, decir lo suyo. En sus imágenes no es solo el objeto paisajístico lo que hace acto de presencia sino también —y sobre todo— un espacio abarcador que apela constantemente a la inmensidad: la inmensidad de lo inmenso y la inmensidad de lo interior.

La interioridad hacia la que Gorospe apunta y que despliega en esta serie es enigmática y convulsa. Para referirse a ella, en más de una ocasión se ha servido de una idea particular de lo sagrado: el ensamblaje entre la belleza y lo terrible (Rilke) o entre la belleza y sus revelaciones (sus emergencias epifánicas).

Gorospe se sirve, para ello, de una serie de paisajes en blanco y negro entre los que ha intercalado varias fotografías en color en las que tan solo se ven intensos degradados. Degradados que desempeñan una función doble. Por un lado, son al conjunto lo que la leyenda es al mapa: las coordenadas que pautan su lectura. Por otro, suponen una suerte de respiradero informe, un más allá, un detrás.

En las imágenes paisajísticas hay otro elemento dotado también de un papel estratégico: la escala o, mejor, la ausencia de escala o, como en la geometría fractal, la disolución de la misma. Lo grande y lo pequeño entremezclados e indistintos, pero igualmente vertiginosos, igualmente inabarcables.

Fue William Gilbert, el científico inglés que, a finales del siglo XVI, descubrió que la misteriosa direccionalidad de las brújulas tenía su origen más allá de la materia que las constituía: nuestro planeta resultaba ser un gigantesco imán. Así lo demostró en su obra De magnete, magneticisque corporibus, et de magno magnete tellure [Sobre los imanes, los cuerpos magnéticos y el gran imán terrestre].

Desde el descubrimiento pionero de Gilbert, nuestro conocimiento sobre los polos magnéticos no ha dejado de aumentar. Sabemos que son móviles y que tiemblan, que no coinciden con los polos geográficos, que se invierten con cierta regularidad, que afectan al sueño, que son los causantes de las auroras boreales, que modifican la trayectoria de la luz y, en consecuencia, nuestra percepción de la misma.

Un norte convertido en incógnita por Gilbert. Un norte imantado, nómada y mineral, arcaico y variable, en el que Gorospe ha ensayado ahora las muy diversas formas del asombro y la contemplación.

 

Rubén Á. Arias